Las edades y la muerte es una obra de Hans Baldung, apodado Grien o Grün (Schwäbisch
Gmünd, Alemania, 1484
ó 1485 - Estrasburgo, actual Francia, septiembre de 1545) fue un pintor
alemán del renacimiento, que también
trabajó como ilustrador, grabador
y diseñador de vidrieras.
Discípulo de Durero,
conformó un estilo muy distinto y personal, especialmente en sus inquietantes
alegorías.
El tema de esta inquietante tabla tiene mucho que
ver con la Vanitas, elemento de reflexión cristiana que tuvo gran trascendencia
en la Europa central, en la pintura flamenca,
y en España. La Vanitas se refiere a lo efímero de los placeres mundanos y la
presencia constante de la muerte, que convierte en vanos los placeres del
amante desde el conocimiento del filósofo. Así, esta pareja, la Armonía y las Tres
Edades, hacen evidente la belleza de la juventud y su capacidad para el amor,
así como su final inevitable en la fealdad y la muerte, convirtiéndolas por
tanto en inútiles. En esta tabla, de formato muy vertical, nos encontramos
enfrentados a unas figuras cercanas al tamaño natural, lo que acerca al
espectador a la escena contemplada. En esta escena, la muerte, calva,
desdentada y con el vientre lleno de gusanos, agarra por el brazo a una vieja
para llevársela, al tiempo que la vieja arrastra consigo a una joven
malencarada y enjaezada con collares; a los pies de estas mujeres hay un bebé
dormido, bajo la lanza rota de la Muerte: ¿es la vida renovada venciendo a la
Muerte, o es la Muerte omnipresente velando el sueño del recién nacido? Al otro
lado, una lechuza, todo ello dentro de un paisaje en tonos ocres y amarillos,
desértico, infernal, con una torre demoníaca al fondo. Sólo existe un fondo de
esperanza, flotando en el cielo, que no es otra esperanza que la imagen de
Cristo y una Cruz en el Sol. Tanto por sí misma, como en relación con la
anterior tabla, dedicada a La Armonía, la imagen que transmiten es
desasosegante, cargada de moral cristiana, puesto que según su mensaje, nada de
este mundo se disfruta ya que la Muerte y el pecado planean continuamente sobre
nuestras acciones terrenales. Las dos tablas fueron un regalo del Conde de
Solms a Juan de Ligne. Compradas por Felipe II para su colección privada,
permanecen definitivamente en España, en las salas del Palacio Real,
hasta que Fernando VII
se deshizo de la colección completa entregándola al Museo del Prado en 1814.
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