En la historia del arte de Latinoamérica, muy pocos pintores
antes del siglo XX tuvieron alguna influencia real sobre los movimientos
artísticos que surgían en el mundo, principalmente en Europa. Sin embargo, un
pintor sobresale dentro de nuestro continente por su influencia directa sobre
el impresionismo dominaba cómo movimiento artístico en su momento y este fue
Francisco Oller.
Francisco Oller
nación en Bayamón, Puerto Rico, en 1833. Y fue a los 11 años cuando empezó a mostrar
su interés en la pintura. Al muy poco tiempo, su talento floreció por lo que a
los 18 años se trasladó a España, específicamente a Madrid, para estudiar en la
Real Academia de San Francisco, bajo la tutoría de Federico Madrazo. Para el
año de 1859, Oller realizaba exhibiciones junto a pintores como Monet y Renoir.
No es extraño que un pintor quiera retratar en un su obra
este momento en que el ser humano como sociedad se enfrenta a la muerte y lo
vuelve ritual en un acto comunitario, y Francisco Oller fue uno de estos
artistas que quisieron plasmar en una de sus obras, la forma en que la sociedad
a la cual hacía parte velaba a un niño. Para entender la obra hay que
contextualizar primero un poco acerca de lo que pasaba en esa época en Puerto
Rico.
Oller comienza su investigación sobre este ritual en 1890 y
expone su obra “El velorio” en 1893.
El Puerto Rico que Oller
conocía en este último año estaba bajo dominación española, es decir, era una
colonia de España. La abolición a la esclavitud había ocurrido hacía 20 años
(1873). A este punto la población negra aún enfrentaba muchas injusticias.
La costumbre del velorio de angelito es un ritual
funerario, dedicado a un niño que ha muerto, generalmente menor de 7 años.
Esta práctica está presente en toda
España, y se extendió, por toda la América Latina, incluyendo a Puerto Rico,
la costumbre se basa en la creencia
de que los niños morían sin cometer pecado. Como “angelitos”, la creencia
popular es que iban directamente al cielo para interceder por sus parientes y
amigos.
Vestían al
pequeño difunto de blanco, le ponían un capullo de rosa o clavel en la boca
como señal inocencia y lo adornaban con gran cantidad de flores. A veces, le
ataban los piecitos y manos con una cinta. Cantaban, juagaban y bailaban alrededor
del niño, había comida y bebida. Por la mañana salían a enterrarlo.
La razón por la
que escogimos esta obra es porque conserva elementos de la cultura, sociedad,
historia, pensamiento y arte de Puerto Rico del siglo XIX, algunos objetos o prácticas no se usan en
la actualidad, sirve como
documento del pasado, sus
elementos presentes hoy en día nos permiten conectarnos con el pasado, su
importancia en el ámbito social es que documenta visualmente individuos y
comportamientos de la sociedad puertorriqueña del siglo XIX.
En cuanto al
artista, también lo elegimos por ciertas razones de peso pues Oller fue
probablemente el primer artista puertorriqueño que hace comentario social,
fue pionero en traer influencias de
movimientos de arte vanguardistas europeos a Puerto Rico y además influyó significativamente a otros
artistas que emergieron en las décadas subsiguientes.
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