Wow, wow le digo a esta escultura que esta llena de contenido, que mensaje tan fuerte, todo, el bebe dormido, la calavera, la antorcha en el suelo y el reloj. Es increíble el mensaje, la vida tiene su propio reloj de arena desde el momento en que se nace, he oído en varias ocasiones decir que la vida es una enfermedad terminal, esos son puntos de vista y debo respetarlos aunque no este de acuerdo, para mi la vida es la vida y la muerte no tengo ni idea pero se con certeza que algún día todos sabremos que es realmente la muerte, es solo cuestión de tiempo.
Les dejo algo de información sobre este tipo de obra.
Durante los siglos XVI y
XVII se hizo habitual entre los artistas de toda Europa (y especialmente en
Alemania y los Países Bajos) la representación en pinturas, grabados y
esculturas de un tema tan singular como macabro: niños pequeños acompañados de calaveras.
En buena parte de los casos,
estos niños con los rasgos y características de los populares ‘putti’ aparecían plácidamente dormidos, a menudo apoyados en los tétricos cráneos y
acompañados de alguna cartela o inscripción con el lema latino ‘Nascendo
Morimur’.
Aunque sin duda singular, el
tema no es más que una variación de otras ‘Vanitas’
o ‘MementosMori’, es decir, recordatorios
de la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte, en esta
ocasión haciendo hincapié en la idea de que la muerte nos acompaña desde el
nacimiento, como indica ese lema latino de ‘Nascendo…’, que viene a significar,
literalmente, “Naciendo morimos”. En otras ocasiones las
menos, estos niños representados junto a calaveras van acompañados también de otros elementos como por ejemplo, pompas de jabón un símbolo de la
fragilidad de la vida o relojes de
arena recordatorio de la brevedad de la existencia.
El tema, que hoy puede
resultarnos un tanto sorprendente, alcanzó
una gran popularidad en la época, sobrepasando los límites de las bellas artes
y apareciendo también en la literatura. El propio Francisco de Quevedo, por ejemplo, reflexionaba
sobre la estrecha relación entre nacimiento y muerte en su obra ‘La cuna y la sepultura’ (1634).
Tanto el lema ‘Nascendo
Morimur’ como otros similares habían sido empleados por autores clásicos como Séneca
o Manilio,
quienes también reflexionaron acerca de la idea de la proximidad entre
nacimiento y muerte, de modo que no extraña que los artistas de los siglos XVI
y XVII los recuperaran para estas representaciones. Desde un prisma cristiano,
la identificación entre la cuna (el nacimiento) y la sepultura (la muerte)
arrojaba un mensaje claro: la cuna nos recuerda ya a la tumba, pues desde que nacemos comenzamos a morir, en una
cuenta atrás sin remedio; por otra parte, la tumba ni es sino una
especie de cuna de la vida que nos espera tras la muerte (la resurrección). Aunque la mayor parte de los
ejemplos más notables de este tipo de iconografía corresponden a grabados y
pinturas flamencos y alemanes pues fue allí donde el tema gozó de mayor
éxito, en España contamos también con algunas muestras interesantes. Es el caso, por ejemplo, de
dos pinturas anónimas que se encuentran en la ermita soriana de San Saturio, y que cuentan
con el ya citado lema latino de ‘Nascendo Morimur’.
El pintor sevillano Murillo también empleó el lenguaje de estas
particulares ‘vanitas’, en su caso con un tema claramente cristiano, como
ocurre en su ‘Niño Jesús dormido sobre la cruz’, hoy en un museo de Sheffield
(Gran Bretaña).
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